Entre 1927 y 1929 – acaso motivado por la gran crisis
económica de ese último año – el célebre realizador soviético Sergio Eisenstein acometió la idea de
adaptar al cine El Capital, de Carlos Marx.
Fue inmediatamente después de estrenar "Octubre" en el Teatro Bolshoi
que – probablemente al cabo de dicha hazaña en la que tuvo a toda Moscú a
disposición sintiéndose el Cecil B. De Mille de la URRSS – llegó a rodar 49.000 metros de una
película que quedaría inconclusa. Cuentan que se inyectaba anabólicos para
aguantar despierto en la sala de montaje hasta 48 horas. A causa de ello perdió
la vista. Y así, como un moderno Homero, se entrevistó con James Joyce con la intención de que lo ayudara a adaptar a tal
empresa la estructura narrativa de su Ulises, consistente ahora en el monólogo
de la mujer de un obrero que condensa la historia de la humanidad entre la cena
y su posterior descanso.
La obra que recoge semejante legado explora los retazos,
las intenciones que dejó para la posteridad el célebre director ruso
recurriendo a verdaderos diálogos entre su autor - el pionero del Nuevo Cine
Alemán Alexander Kluge - e
importantes referentes contemporáneos del arte y el pensamiento de su país.
Todo eso se interseca con expresivas placas que recurren a una tipografía
variada y a veces semantizada por íconos alusivos al tema que se aborda,
remedando ciertos afiches de la Bauhaus. A
medida que avanza el metraje, Kluge va interpretando la construcción
yuxtapositiva y narrativa que se proponía el director de “El Acorazado
Potemkin” y la va adoptando, a la manera de un hipertexto fílmico: https://www.youtube.com/watch?v=tXG9mtY3aHY
Libro Primero
Alternando piezas clásicas para piano y apelando a un
plano medio muy despojado, aparecerá en escena el escritor Hans Magnus Enzensberger, confesando “siempre quise escribir un
poema sobre economía, pero nunca pude abordarlo”; a lo que Kluge aportará que
muchos coros griegos discurrían sobre vastos dilemas de la humanidad.
Más adelante desfilará ante cámaras una traductora rusa
que, en un riquísimo intercambio con el realizador germano, intentará definir
etimologías y acepciones entre los conceptos de Marx y las interpretaciones de
Lenin.
Acaso en el pasaje más atrapante de esta primer entrega,
el joven narrador Dietmar Dath
vierte opiniones como las siguientes: “Marx utilizó como sujeto al capital,
Benjamin podría haberlo hecho desde las fuerzas productivas, pero no lo hizo
(…) Los comunistas modernos prefieren una praxis con errores antes que una
teoría sin errores que nada enseña. Prefieren seguir el proceso histórico y eso
también es una actitud griega. Es una actitud trágica. Vamos a aprender algo de
esto, aunque advirtamos de entrada que nos llevará a una catástrofe. Seguimos
el aprendizaje hasta el final por curiosidad (…) Hay marxistas porque existen
los keynesianos, pero acaso el sueño de Marx era que no fueron necesarios.
Porque hay diversas formas de socialismo”.
Libro Segundo
La segunda entrega arranca con la imagen de un cielo sin
nubes, que desciende hacia una calle de Alemania transitada por una joven con
minifalda y botas de cuero. De repente se detiene en el pormenorizado análisis
de cada detalle en su carácter de mercancía, zoomeando hacia la falda de la
chica, el portero eléctrico del edificio detrás, o la goma de mascar adherida a
la acera.
Poco después visitaremos el cementerio donde yacen los
restos de Carlos Marx, no precisamente bajo el busto de piedra que lo evoca
sino, fuera del alcance de los curiosos, bajo una vieja lápida partida. Porque
era judío.
Retomando la secuencia de reflexiones que vertebran la
obra, el filósofo Peter Soterdijk
conjetura sobre el posible abordaje audiovisual que Eisenstein le hubiera dado
a El Capital: Así como Homero recurre al héroe que recorre el mediterráneo
desarrollando múltiples estrategias de supervivencia, Marx nos narra la
metamorfosis del dinero. El pensador concluirá expresando que “la ruina del
marxismo es haber perdido su magia metafísica original y haber abrevado en el
positivismo de las ciencias burguesas (…) Habría que complementar la tríada
Marx, Engels Lenin con Ovidio, el autor de La Metamorfosis ”.
Otro cientista social afirma, en plano medio contra fondo
oscuro, con una bombita de luz omnipresente pendiendo sobre su cabeza y apoyado
sobre los volúmenes en cuestión: “Un revolucionario es, antes que nada, un gran
observador (…) Alguien capaz de conectar situaciones de final con situaciones
de comienzo (…) Alguien capaz de hilvanar el futuro con fragmentos de pasado que se desvanecen. Un
artista del montaje.” (el subrayado es mío)
Esta entrega culmina rindiendo tributo a la
revolucionaria obra del compositor veneciano Luigi Nono, como uno de los grandes intérpretes de la epopeya
humana a través del arte.
Libro Tercero
Este ensayo audiovisual continúa alternando fotomontajes
tendientes a ilustrar los conceptos más abstractos sobre economía con
perfomances actorales donde se da lectura a algún pasaje del texto canónico de
Marx, remedando posibles destinatarios que abrevan en él en distintos momentos
de la Historia
y latitudes del planeta.
En algún pasaje se aludirá a la ópera de Max Brandt “El lamento de las
máquinas”, indagando acerca de si existen los “derechos humanos de las cosas”.
Un par de actores – uno caracterizado como el gran
filósofo alemán y otro como un hombre de Neanderthal – leen un pasaje de “La
división del trabajo”.
El director intercambia telefónicamente con el poeta Dûrs Grumbein acerca del poema El
Capital, escrito por Bertolt Brecht
en métrica clásica hacia 1945.
Oskar Negt, estudioso de Marx, sostiene
que “La idea del socialismo es capitalizar el trabajo acumulado por
generaciones (…) Lo que Marx critica del capitalismo es que no puede cosechar
su trabajo humanamente”.
El Profesor Rainer
Stollmann, de la
Universidad de Bremen
discurre sobre intercambio comercial intentando rastrear sus
orígenes antropológicos. Al respecto
dirá: “Nunca he visto a dos perros intercambiar un hueso.”
A continuación se rinde tributo a Karl Korsch - maestro de Brecht -, como el mejor comentarista de
Marx.
Se pasa revista al incidente de una comisaria soviética
que sobrevive a un naufragio junto con un puñado de oficiales, resistiéndose a
la barbarie hasta ser rescatada por un submarino nazi. La historia se compara
con la de Robinson Crusoe, dando cuenta que este, en soledad, reproduce los
esquemas ideológico-sociales de su matriz cultural británica culminando por
esclavizar a su criado negro; mientras la revolucionaria en cuestión oculta su
pistola Máuser para evitar conductas desesperadas, y – estando allí su amante –
nadie la asedia sexualmente (como si se estuviera ante la reproducción de otra
clase de valores) No obstante, dada la excepcionalidad de dicha experiencia, se
concluirá sosteniendo que una conducta socialista encontrará mayor fertilidad
en sociedades desarrolladas que en primarias.
La saga culminará con un paso de comedia a cargo del
actor Helge Schneider, quien –
interpretando tres personajes: un obrero desocupado, un imitador de Marx, y un
compositor de música para cine – pasará revista sucesivamente a los ecos y
vigencia de El Capital.
En conclusión, el documental experimental de 570’ mediante el que Kluge
revisita el proyecto eisensteniano no retoma el metraje dejado por el autor de
"La Huelga" en su desmesurado intento inconcluso, sino que conjetura
qué posibilidades objetivas hubiera tenido este de adaptar al cine la obra en
cuestión y, en tal caso, de qué recursos expresivos se hubiera valido.
Simultáneamente analiza con agudeza la resonancia en el Siglo XXI de los
conceptos que la misma contiene.-
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