NUEVOS RUMBOS
EN LA DOCUMENTACIÓN DE LO REAL
EN LA DOCUMENTACIÓN DE LO REAL
Si la Patria ya superó
los 200 años, el cine documental acusa aproximadamente la mitad. Durante muchos
tiempo, este singular abordaje audiovisual que se ocupa de la díscola materia
de la realidad - en cuanto a afluencia de público y fomento a su producción -
ocupó el sitial de “Patito Feo” del Séptimo Arte, hasta que surgieron los
primeros maestros y filmes-escuela: Robert Flaherty y Nanuk, el esquimal; Joris Ivens y Tierra de España; Raymundo Gleyzer y Méjico, la revolución congelada…
En 1958, el humilde
carácter del holandés Bert Häanstra se vio conmovido por el primer Oscar de la Academia
otorgado a un filme documental: su obra Vidrio, que homenajea a los
artesanos sopladores de cristal emulando una sesión de jazz, hace honor a la definición
que se atribuye al sociólogo escocés John Grierson, quien caracterizó a nuestra
profesión como un “tratamiento creativo de la realidad”.
Argentina cuenta con
una vasta tradición documental, que para muchos especialistas halla un hito
fundacional en la inauguración de la Escuela de Cine del Litoral, en la
provincia de Santa Fe, cuyo mentor - el maestro Fernando Birri - importó la mirada neorrealista desde la Roma de posguerra
a nuestra pampa gringa.
En la crisis de 2001,
salvo honrosas excepciones, el documental - sujeto a la convención de busto parlante y
locución en off sobre imágenes de
archivo - aparecía ante el público joven como el ejemplo más palmario de un
cine aburrido. Entonces, se produjo una auspiciosa confluencia de factores que
enamoró a una nueva generación con este tipo de cine. Un pueblo movilizado
pisoteaba el Estado de Sitio superando así las últimas secuelas del terrorismo
ideológico y revalorizando la política y la historia, mientras irrumpía en el
mercado una tecnología accesible y
dúctil que propiciaría
un escenario de cámaras alertas.
El asesinato del
presidente Kennedy se registró desde un único punto de vista y aún sigue
impune;
sesenta años después,
el de los piqueteros Kosteki y Santillán fue plasmado en incontables registros
que posibilitaron, a la fecha, meter preso por lo menos a los ejecutores
materiales de ese crimen.1
¿Qué ha sido de este
tipo de cine desde que registrar La salida de los obreros de la fábrica se intuyó diferente a
inventar Un viaje a través de
lo imposible?
- Por lo pronto, se
derrumbaron los compartimentos estancos que separaban documental de ficción: un
ficcionalista como Pablo Trapero se permite incrustar a su actriz de cabecera
en medio de una población carcelaria real y sujeta a escasas consignas, y un documentalista
como Michael Moore no elude ni el paso de comedia, ni el videoclip, ni la
animación. Es más, con su película Vals con Bashir, el israelí Ari Folman inaugura la categoría de animación
documental.
- El yo del documentalista va apareciendo
desprejuiciadamente en cada vez más obras.
- La miniaturización creciente de los
equipos de registro propicia climas narrativos de gran intimidad.
Tal vez nuestro mayor
dilema sea repensar el rol del documentalista ante un escenario en el que todos
somos potenciales corresponsales y lo privado irrumpe en la esfera pública con
gran potencia. Ahora que una quinceañera presenta en sociedad el periplo audiovisual
que va de su primera ecografía hasta la llegada en limusina al salón de
fiestas; una pareja interrumpe el acto sexual para corregir el encuadre y colgar
luego su intimidad en Youtube; un curso
comercializa en el colegio el registro en celular del linchamiento a la
estudiante más bonita…
Acaso nuestra función
consista en dar la batalla por el sentido de las imágenes circulantes,
generalmente arrebatado por un poder global que no deja de alienarnos. Quizás este
presente nos esté imponiendo seguir los pasos de Guamán Poma de Ayala
convirtiéndonos en cronistas de un siglo nuevo, al rescate de verdades tan
antiguas como el hombre.
1 El 26 de junio de 2002, las principales organizaciones
de desocupados del país realizaron una jornada de protesta por diversos
reclamos. En esta ocasión, Maximiliano Kosteki y Darío Santillán – piqueteros
del nucleamiento Movimiento de Trabajadores Desocupados “Aníbal Verón”– fueron asesinados
por la policía en inmediaciones de la estación ferroviaria de la localidad
bonaerense de Avellaneda. En 2006, Alfredo Fanchiotti y Alejandro Acosta fueron
encontrados culpables de los crímenes y condenados a prisión perpetua.